jueves, 22 de octubre de 2009

De profesión, profe de ELE





Se acerca la navidad, y yo con estos pelos.

Entras en clase, y a uno le gusta el manual, el otro lo quiere tirar por la ventana.

Uno quiere patatas con huevo, el otro sólo una sopa. Uno estudia para que lo reconozcan, otro, para ser (así mismo) reconocido.

A uno, el profesor le parece un tipo carca, al otro, un izquierdista.

A uno, que si el sonido del aula no le permite concentrarse, al otro, que las sillas son de playa.

El docente, un tipo con/sin agallas, se levanta por la mañana y tira la basura al contenedor como cualquier hijo de vecino. Paga sus facturas. Lee el periódico.

Sin embargo, el docente no está reconocido. Necesita trabajar más: comprar manuales diferentes, tener una carta de menú variada, exigir sonido hifi y sillas de diseño, no definirse ni en cuanto a la moda ni en cuanto a los pensamientos.

Y si todavía quieres ser profe de ELE; bienvenido.

El autor

El autor
en un parque de Estocolmo, Johanesplan.

Datos personales

Estocolmo-Vejer de la Frontera, España, Sweden
risueño, hiperactivo, filólogo (de Hispánicas), deportista cervecero, lector hasta de las etiquetas del champú en japonés, comunicador, viajero, responsable, avasallador y avasallado.